HOMENAJE A Mónica Monteira*
Por la Dra. Ana María Llois, Directora General Académica de la UNSAM
Cuando se van la bronca, la congoja y el pico de tristeza, queda la tristeza. Y afloran los recuerdos, los buenos recuerdos, el placer de las charlas, el intercambio de ideas, el trabajo conjunto.
Releo mensajes de los últimos años. Mensajes y mails intercambiados a toda hora, no importaba cuán tarde, cualquiera de los siete días de la semana. Para redondear un trabajo o una idea, terminar de analizar una propuesta de plan de estudio o ayudar a elaborar una respuesta para la CONEAU. Para revisar un informe. Para recomendar una página web o un artículo con información relevante para el análisis de algún tema que teníamos entre manos. Para comentar y sufrir la realidad de estos años que también fueron políticamente intensos. Y personalmente intensos, con hijos creciendo, estudiando, formando pareja. Siempre con entusiasmo y ganas de hacer. En todas las dimensiones.
La humanidad, el espíritu solidario, la palabra amistosa y sensata. El ejercicio activo de las convicciones. Siempre ahí. La capacidad inmensa para escuchar, comprender y entender atravesando los distintos planos que iban desde lo profesional hasta lo personal. Su caridad con el tiempo, su tiempo. Ese tiempo que fue tan corto. De nuevo la bronca.
Marzo de 2009. Llego a la Secretaría Académica de la UNSAM por primera vez. Llevo en mi mano unas hojitas con el plan de trabajo elaborado para la nueva función. Teoría, pura teoría. La primera oficina fue la grande, la de la mesa oval, al pie de la escalera. No conocía a nadie. Arriba de la mesa, carpetas y carpetas. Carpetones. Varias personas en esa oficina que en un principio compartíamos con Jorge Fernández Niello, que por ese entonces era el secretario académico. Las presentaciones del caso. Me dicen que en abril, o sea ya, vencía una convocatoria de la CONEAU. Mi ignorancia sobre lo que tenía que hacer en esa instancia, que evidentemente formaba parte de mis funciones, era total. Se me caen las hojitas. De pronto, alguien dice: "No te preocupes, yo te indico. En realidad, tengo todo listo". Era Mónica. Fue nuestro primer encuentro. La primera tarea compartida. Más que compartida, diría generosamente compartida y facilitada por Mónica, que tenía todo bajo control, premonitorio de los tiempos por venir. Perfil bajo. Conocimiento, inteligencia, responsabilidad, profesionalismo y eficiencia. Sin ostentación, con humildad. Características que seguramente la habían distinguido antes y la distinguieron siempre. Después, todos esos años de trabajo intenso y entusiasta que compartimos en la Dirección de Posgrado. Años en los que disfrutó, colaboró y acompañó activamente el crecimiento de la Universidad. Siempre ahí, disponible en todo momento, bien dispuesta para asesorar, facilitar tareas, responder inquietudes, encarar nuevos desafíos.
Años de trabajo y amistad. De amistad y trabajo.
A la colega y amiga, por siempre agradecida a las circunstancias que entrecruzaron nuestros caminos.
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